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Juego, set, match Publicado en El Mercurio, 19.12.2017

Juego, set, match

Me gusta "Match Point", esa película de Woody Allen que trata de cómo un detalle insignificante puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, cómo un accidente fortuito puede tener repercusiones colosales. En la película, el protagonista arroja al río una argolla que podía incriminarlo. Después de varios rebotes, la argolla cae en tierra por error y es encontrada casualmente por un ladrón, al que más tarde le endilgan el crimen, salvando así al protagonista.

Así es la evolución. Darwin descubrió que pequeñas mutaciones genéticas accidentales, sin un propósito definido, hacían evolucionar a los seres vivos. Algunas mutaciones ayudaban y mejoraban a la adaptación de esa especie y otras no. Esto hace que algunas especies se adapten y prosperen y otras se extingan.

Las sociedades evolucionan parecido. No son golpes drásticos, son pequeñas decisiones, accidentes o incidentes los que hacen que unas prosperen y otras se estanquen. No se nota al principio y nada cambia demasiado. Solo después de muchos años se mira en retrospectiva y se aprecian cuáles fueron los incidentes que condenaron al éxito o al fracaso a las civilizaciones.

Hasta el siglo XV, China era el país más rico del mundo. Los viajes de exploración del almirante Zheng He, en vez de ir a comerciar llevaban regalos para mostrar al mundo la magnificencia del Imperio Celeste. Las exploraciones le cambiaron la cara a Europa, pero China las prohibió. Esa arrogancia complaciente lleva a China a tomar otra de las peores decisiones de la historia cuando el emperador Quian Long (siglo XVIII) le contesta al rey de Inglaterra que China no tiene nada que aprender del resto del mundo y se niega a comerciar té, porcelana y seda por tecnología. El aislamiento del mundo y la negativa a abrazar la modernidad condenan a China a saltarse la revolución industrial y perderse 500 años de desarrollo. Recién en 1979 China adopta el capitalismo y empieza a recuperar el tiempo perdido.

Hay un estudio en la web que se llama "Gemelos separados al nacer", que compara el desarrollo de Argentina versus Canadá y Australia desde 1900 en adelante. Países con similares riquezas naturales, poblados por inmigrantes, donde Argentina profita con las guerras mundiales, mientras los otros dos deben pelearlas. Paradojalmente, no es Argentina la que progresa. Una acumulación de malas decisiones a lo largo de su historia estancó a Argentina, mientras los otros prosperaron. Elegir a Perón, expropiar los ferrocarriles, hacer crecer al Estado generando un empresariado clientelar; aprobar impuestos y leyes laborales antiempresa... Son muchas pequeñas decisiones que la condenaron al estancamiento.

"Es hora de que nos olvidemos del legado de la Nueva Mayoría y retomemos la senda de las buenas políticas públicas."

En Chile pasa lo mismo. Hemos erosionado nuestro modelo de desarrollo. Hoy Chile invierte y crece menos. El empleo y las remuneraciones se deterioran. Lo único que ha crecido son los empleados públicos, los impuestos y la burocracia. Ese legado nos acerca a Argentina y nos aleja de Australia.

Contrariamente a lo que piensan algunos jóvenes ignorantes de la historia, vivimos la mejor época de la humanidad. Menos guerras, menos hambrunas y menos pobreza. El acceso a salud, tecnología y educación supera al de cualquier época anterior. En los últimos 35 años Chile se ha mantenido a la par con ese desarrollo. Los países no se alejan de él de la noche a la mañana. Es de a poco pero inexorablemente cuando hacen las cosas mal, como estos cuatro años.

Por eso hoy estoy contento. No es un cambio dramático, sino solo una mutación a favor de nuestra supervivencia y progreso como país. Terminó el partido: Chile, calladito y sin estridencias, ha elegido a Sebastián Piñera Presidente por una mayoría abrumadora. Votó más gente que en primera vuelta y el resultado no deja lugar a dudas. Es hora de que nos olvidemos del legado de la Nueva Mayoría y retomemos la senda de las buenas políticas públicas. Esas que no le meten la mano al bolsillo al prójimo; que no les prohíben elegir colegio a los padres; que no suben los impuestos, castigan la inversión y recaudan menos. Es hora de los tiempos mejores: juego, set y match.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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