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Colusión. El marido es el último en enterarse Publicado en El Mercurio, 12.12.2015

Colusión. El marido es el último en enterarse

En un paradojal e inesperado homenaje a ese sacerdote a quién le molesta la excesiva rivalidad y competencia de nuestro sistema económico, 2 empresas decidieron colaborar y coludirse en vez de competir y desafiarse. Ya Adam Smith advertía que basta que un grupo de comerciantes se reúna para que empiecen a conspirar contra el mercado.

La forma más efectiva de atentar contra el libre mercado es la captura del Estado. Conseguir regulaciones que impidan la entrada de competidores es la mejor manera de asegurarse el éxito económico. Son muchos los ejemplos: la prohibición a los supermercados de que vendan remedios (pretextando automedicación); la prohibición a profesionales para que enseñen si no son pedagogos (pretextando protección infantil); los anhelados monopolios sindicales (pretextando debilidad laboral); los doctores que controlan la oferta de especialistas dando pocas becas al año (pretextando la calidad médica). En fin, variadas son las áreas en que se erigen barreras de entrada porque a la gente no le gusta competir, es más arduo, obliga a esforzarse y los tiempos no están para exigencias, sino que para derechos.

La economía moderna reacciona de 4 maneras frente a ese riesgo de captura. Limitando el capricho estatal con derechos constitucionales robustos; promoviendo la libertad económica; bajando las barreras de entrada a los mercados y con leyes antimonopolio. No nos confundamos, no es el Estado ni las regulaciones los que van a evitar que esto ocurra de nuevo, es la libertad económica la que lo impedirá.

El mayor morbo en torno a este tema se genera sobre si sabía o no sabía el directorio. Ellos lo han negado. Yo les creo. En primer lugar, porque de otra manera no se explica que se hayan acusado quedando poco tiempo para que prescriban las acciones. Si no se autodenunciaban ahora, difícilmente los hubieran pillado antes del plazo de prescripción. En segundo lugar, porque un mercado en equilibrio constante puede estarlo por competencia perfecta (equilibrio de Nash) o por colusión, y, a menos que alguien confiese, nadie puede distinguir entre uno u otro.

Una vez, a mi hijo de 15 años le pregunté si estaba fumando, y me contestó: "no, papá, lo deje hace tiempo". En nuestras casas, en nuestras oficinas, pasan muchas cosas a nuestras espaldas de las cuales no nos enteramos oportunamente. Hay un punto de inflexión en nuestras vidas en el cual, cuando nos acercamos a un grupo de gente joven que conversa, se ríe, cuando nos ven se callan y nos miran, como preguntando si se nos ofrece algo. De ser parte del grupo pasamos a ser un afuerino, un extraño, un aguafiestas... es la soledad del mando. Si no nos vamos se irán ellos. Ahí es donde en nuestras oficinas y hogares pasan muchas cosas de las que nos enteramos tarde. Ese fenómeno está muy bien graficado en la película "Traffic", en la que, en la casa del zar antidrogas de EE.UU. (Michael Douglas), su hija se dedica a consumir cocaína mientras el papá trata de salvar el mundo.

La ignorancia de lo que pasa en nuestro patio trasero no es monopolio de la familia presidencial, también lo es de un directorio con más de 8000 empleados, que se reúne una vez al mes y con operaciones en varios países. Por eso es que la decisión más importante de un directorio es elegir al gerente general, en este caso, de la filial Tissue.

Es el gerente, que trabaja todos los días en la empresa, el obligado a saber todo lo que pasa en ella, pero incluso para ellos es difícil enterarse de las máquinas internas. En uno de mis primeros trabajos en una multinacional, como yo era externo y recorría toda la compañía, el gerente me llamaba y me decía: "cuéntame qué está pasando en mi compañía". Esto pasa en todas las instituciones. Las buenas obras se saben rápido, las malas se ocultan.

Es conveniente que antes de suponer conocimiento y malas intenciones hagamos una breve introspección de nuestras vidas, trabajos y familia, y nos preguntemos si sabemos todo lo que pasa en ellos. La presunción de inocencia y el beneficio de la duda son instituciones muy valiosas que le recomiendo defender, porque nunca se sabe cuando las va a necesitar.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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